viernes, 19 de abril de 2013



Las agujas del templo le rascan la barriga al cielo y soportan con estoicismo el revoloteo incesante de las golondrinas que aprovechan para decorar con flores de excrementos los sombreros de la feligresía. 

De esta entrada me gustó la irrupción del fuera de campo cuando el texto ancló en la historia el dibujo. Entonces un atrio no dibujado se llenó de personajes masculinos y femeninos con grandes sombreros como en un evento de la realeza inglesa, minuciosamente cagados por la bandada de golondrinas. Mucho me he reído. Tal vez lo dibuje.


1 comentario:

  1. Enrique Castrillón envió el siguiente comentario a mi correo: Me gusta y me recuerda una anécdota de mi tío Jaime, que era un poco loco y bohemio. Un día caminaba por las calles de Popayán con una botella de aguardiente y se cruzó con el arzobispo quien lo increpó diciéndole: “vos Jaime, una persona tan culta, y... ¡andando en la calle con esa botella! A lo que Jaime le respondió: vos a mi no me jodás, que sos una botella episcopal con corcho morado. (El arzobispo realmente parecía una botella de champaña por su inmensa barriga, sus atuendos coloridos y su birrete morado).

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