Sobre la ciudad desteñida los coloridos chiros se orean y aletean en la brisa de la tardecita.

Una versión anterior de los chiros está en mi carpeta de presentación personal. Sirven para recordarme que en cualquier momento hay un instante de felicidad explosiva.También me gusta pensar que el oficio de comunicar consiste en sacar algunos chiros indispensables al sol. 

La noche en que el perricornio alado encontró su flor para mascar. Un homenaje a Pablus Gallinazus:

"Por eso salgo siempre a caminar en busca de una flor para mascar pensando que a la vuelta de la tarde el trabajo que sueño... ya es verdad"

Primer dibujo en la libreta que me hizo mi amigo Gabriel, apenas por estos días coloreado.

El moscardón inspecciona la provocativa línea de defensa de las cúpulas de miel.

Que alguien me cuente para dónde va este diablillo gocetas y multicolor que huye del planeta azul y su pálido satélite encaramado en sipote nube naranja. 

Surgió en medio de las notas para los ajustes finales a una serie de 30 cortos documentales… Ufff

El observatorio enamorado bajo la mirada de los objetos de su deseo.

Oh, el deseo...

En alguna columna, Héctor Abad Faciolince propuso que las gentes que no creemos en dioses aprendiéramos poemas para usarlos en vez de las plegarias en caso de necesidad como, por ejemplo, en los instantes previos a la caída del avión o las horas siguientes a un diagnóstico terminal. La propuesta me pareció más que razonable y entonces hice este ayudamemoria para aprenderme las primeras líneas de este poema del gran León. Ahí les va por si también les sirve.    Tiene su utilidad en situaciones menos dramáticas: cuando uno está colgado del tubo en un transmilenio atestado o tiene los ojos irritados de tanto mirar pantallas y pantallitas.

Sigilosa, la procastinación devora las horas. 

Mientras estoy enclaustrado en Mirapalcielo escribiendo unas crónicas o haciendo que hago.

 El gato en el tejado se pregunta si algún día saboreará al colorido pájaro. Imagina que si come sus entrañas quizás pueda volar. La gruesa nube oscurece su ánima.

Dibujado un día con ganas de zafar o, mejor dicho, sin ganas.

La luciérnaga pasa revista a la cosecha de coloridos dientes de león que se muestran dispuestos a iniciar su travesía al capricho del viento y los soplidos de niñas y niños, enamorados y desocupados.

El colibrí goloso y el jardín de las flores carnales y carnívoras saltaron de distintas páginas de la libreta y se posesionaron en una rodaja de pino encaramada en antiguas patas torneadas. Para cumplir su cometido tomaron prestados los formones de mi papá el carpintero (sin uso desde su muerte hace algo más de 24 años) y pusieron a prueba mi precaria habilidad como hacedor de bajorrelieves. También recurrieron a la sapiencia con los vidrios y la resina de la Mona para lucir sus colores y un acabado brillante. Ahora la mesita adorna la sala de Berenice.

Bosque felicísimo con lluvia y río de miel que fluye entre magníficas piedras.

Surgió, paradójicamente, en días de aguda malparidez.

 El diablillo gocetas huye del poblado atenazado por una idea sombría de la vida.

Diagrama explicativo del dibujo cambiante de las galaxias, de sus intricados trazos, de sus volutas gozosas, de las telarañas que tejen las órbitas de sus estrellas coloridas.

Un matacho que hice para animarme

 Un ayudamemoria del "Diario de un loco" de Lu Hsun, que he releído por estos días por recomendación de mi hijo Lorenzo.

 Un sol de los mil demonios derrite los helados y el perro goloso se alista para hacer lo suyo y ya imagina con la panza los sabores.

Dibujado en la libreta hecha a mano por mi amigo Gabriel

Me temo que esta deidad andrógina se mamó de esa ciudad costera, huyó por el tubo de escape y se echó al mar con la complicidad de las siete hermanas y la luna… Los vaticinios hablan de abundante pesca o tsunamis espantosos, ni idea.