Entretanto, con la mente en el encuentro con Liz-boa, llegando desde la cordillera al litoral, el perricornio sobrevuela la casa encaramada en el peñasco y enfila hacia el lugar seguro. 

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Llegados el día y la hora del encuentro, Liz-boa inicia la marcha hacia el lugar seguro que comparte con el perricornio volador. Lleva en mente una lista de chequeo con todos los asuntos a conversar y en las sinuosidades del cuerpo el molde del enorme abrazo que le va a brindar.

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