jueves, 10 de febrero de 2022

2666, la relectura 

11 años después del primer encuentro, el mamotreto me llamó desde el estante de la biblioteca. Fue un llamado que luego entendí imperioso, pero que en principio atendí con descreimiento. Las 1.125 páginas que tenía por delante eran suficiente argumento para pronosticar la relectura de unas cuantas solamente. Corría el 2020 y la pandemia era entonces una breve noticia en un ciudad remota llamada Wuhan. Mientras el mundo entero se contagiaba, me descubrí releyendo vorazmente, atrapado en la red de historias de este libro enorme en todos los sentidos, descubriendo la urdimbre que las une y que me había pasado desapercibida o había olvidado desde la primera lectura. Un goce prolongado, subrayando apartes y haciendo listas de los acontecimientos para ayudarle a mi débil memoria, a mi atención dispersa. Cuando terminé, exhausto como si hubiese hecho un largo viaje a pie sometido a todo tipo de peripecias, me sentí feliz y a la vez nostálgico. Entonces decidí hacer un matacho para cada parte de la obra. Otra manera de apropiármela era dibujándola, pensé. Hice de entrada dos y medio de los cinco matachos previstos y perdí el impulso. Sucedieron muchas cosas, incluida la pandemia, la falta de plata y de ganas, los oficios varios. Luego le presté el libro a mi amigo Miguel Gómez, quien también lo disfrutó y además me lo devolvió. Entonces retomé la idea de los matachos, pero sin llegar a ponerla en práctica. El libro estuvo sobre mi escritorio a la espera de que lo visitaran los lápices de colores. Fue por meses una de esas ideas que merodean como zancudos y uno no logra darles el aplauso exacto. En fin, tardé casi dos años y cambiaron los instrumentos y los estilos de dibujo y síntesis de los temas. Ahora pienso que con este libro todo se extiende y transforma. Ahí les dejo este discreto homenaje a una poderosísima novela. Un par de dibujos se ven algo distorsionados en las fotos, pero es que el mamotreto no abre del todo. Quedaron mejor los que hice en las páginas en blanco al inicio y al final. 

Arriba en la foto, Chía posa con el libro en la baranda del balcón de Mirapalcielo. Abajo los cinco dibujos en el orden de las partes.