miércoles, 8 de octubre de 2014


El colibrí goloso y el jardín de las flores carnales y carnívoras saltaron de distintas páginas de la libreta y se posesionaron en una rodaja de pino encaramada en antiguas patas torneadas. Para cumplir su cometido tomaron prestados los formones de mi papá el carpintero (sin uso desde su muerte hace algo más de 24 años) y pusieron a prueba mi precaria habilidad como hacedor de bajorrelieves. También recurrieron a la sapiencia con los vidrios y la resina de la Mona para lucir sus colores y un acabado brillante. Ahora la mesita adorna la sala de Berenice.




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