martes, 22 de enero de 2019


Todo empezó con el insomnio y las ganas de rayar. Entonces una serpentina verde hacia la parte inferior de la página blanca. Después vino el rojo en las volutas. Y esto se convirtió en el bordado de una boina (se me fue con tilde en el original) que pidió a gritos una cabeza de la cual, además de la parte que va dentro de la "gorra sin visera, redonda y chata, de lana y generalmente de una sola pieza", solo cupieron los ojos, las orejas y una nariz muy resumida. Arriba, el gran espacio en blanco, al día siguiente acogió el globo que se llenó de pájaros y entonces se supo qué carajos andaba prensado el poeta. Así las cosas.





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