miércoles, 4 de noviembre de 2015



Un matacho sobre la Melancolía de la Resistencia, una novela de Krasznahorkai que no he leído. No recuerdo muy bien cómo supe de ella. Tal vez le dieron un premio al autor de apellido impronunciable para mí y reseñaron sus obras en algún lugar y me llamó la atención esta. Un crítico dijo que en ella las frases eran como esas motas de mugre que se arman bajo las camas con los pelos de uno y sus mascotas y que van recogiendo cosas: puntas de lápices, papelitos, uñas cortadas. Eso me hizo ilusión. Luego vi las primera escena de una película basada en la novela, Werckmeister Harmonies, la escena de la inmortalidad, donde un alucinado por los cielos explica en un bar a otros contertulios cómo funciona el sistema solar poniéndolos a danzar. Cuando sale del bar ve el enorme contenedor donde viene el circo con la ballena disecada en la que habita el enano hermafrodita que moviliza una turbamulta destructora. Todos esos fragmentos se convirtieron en este matacho en el que he degustado la novela sin probarla. Ahora tengo cierto miedo de hacerlo y desilusionarme. Ya les contaré. La contracarátula dice lo siguiente:  

Tragicómica y melancólica, esta novela nos presenta un mundo plúmbeo y totalitario, dominado por fuerzas ciegas e impersonales. Un escenario humano desolador en el que la inteligencia es anulada por la fuerza bruta y la violencia, y en el que el caos arrastra irremediablemente a unos personajes que, entre el conformismo y la insignificancia, no aciertan a crear un orden nuevo menos cruel y menos gris. El estallido de violencia no alcanza siquiera el rango de revolución y la vida transcurre, en esta pequeña y anónima ciudad húngara, sumida en una atmósfera de terror y amarga ironía. Melancolía de la resistencia es una obra maestra del humor negro.







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