viernes, 20 de diciembre de 2013



Cuando alcé los ojos el cielo a cuadros estaba opaco. Era un árbol poderoso pero escaso de fronda. Un sol atenuado e hipnótico alimentaba mis hojas de corazón de mejillas sonrosadas. Inevitables, mis flores eran envidia pura. Tres estrellas chismeaban en una esquina del cielo y otra mascullaba soledad. 


Como en el universo, primero fue el sol, uno de los más raros que he dibujado, puro juego del micropunta sobre el papel. 

   

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