sábado, 18 de agosto de 2012


Mientras tanto un grande nubarrón se fue preñando de mala vibra y angustias económicas y decepción; finalmente emanó en una página de la libreta como un hongo en un viejo zapato guardado. Tan de malas que otro día, justo en la página contigua, había quedado atrapada la lagartija que lucía la gabardina del optimismo. Entonces calqué la lagartija en la página del nubarrón y lo conjuré porque me contaminé de optimismo. 


1 comentario:

  1. Amo los optimistas, me gusta que me arrastren al sol, para descuadrar mi mandíbula y absorber sus rayos.

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