viernes, 18 de abril de 2014



"El hilo del tiempo" se llama la instalación. Me la topé en el edificio de artes de la Universidad Nacional que acogía las obras de muchachas y muchachos en trance de graduarse de artistas al inicio del año. El motor eléctrico jala el hilo y la tensión va aumentando despacito muy despacito hasta que un tramo de hilo se desprende de la pared del fondo. Distensión. Pero como el motor continúa jalando despacito… poco a poco vuelve la tensión. Y así a lo largo de varios días. El joven artista contó que su obra refleja precisamente sus sentimientos durante los meses que estuvo más bien bloqueado pensando en cuál debería ser su trabajo de tesis. La idea se le ocurrió a última hora y ensambló la instalación con ayuda de un grupo de pacientes amigos, después de hacer unas pocas pruebas. Dos días largos duró en esas; calculaba que al motor le iba a tomar tres días desprender la totalidad del hilo. Es decir, el artista vivió una prolongada tensión resuelta mediante una creativa distensión. Yo me quedé pensando que había atrapado el ritmo del universo: del gran estallido a la previsible contracción, de los días de la semana desde la lúgubre tarde del domingo hasta la explosión del viernes, de los movimientos del intestino y del corazón, de los rituales del amor… En fin, el tire y afloje de todo. 



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