Cuando alcé los ojos el cielo a cuadros estaba opaco. Era un árbol poderoso pero escaso de fronda. Un sol atenuado e hipnótico alimentaba mis hojas de corazón de mejillas sonrosadas. Inevitables, mis flores eran envidia pura. Tres estrellas chismeaban en una esquina del cielo y otra mascullaba soledad.
Como en el universo, primero fue el sol, uno de los más raros que he dibujado, puro juego del micropunta sobre el papel.
Cualquier día opaco, realmente es grandioso mirando tu mundo mágico.
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