El muro se levantó en un dos por tres. Las piezas se fueron ensamblando hasta ocultar el horizonte a la mirada del dibujante. Entonces en el espinazo del muro, de la punta del lápiz, crecieron yerbajos y se empinaron cinco flores-de-ojo luminosas ayudadas de escuadrones de luciérnagas.
Quiero vivir en ese mundo fantástico.
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