O con esta otra ciudad inspirada en una que recientemente volví a visitar, en la que sus habitantes no saben si lanzarse a la conquista del mar aprovechando la altura del barranco o girar día tras día en torno a la estatua de cajita musical de su parque principal. El barranco... pasé mucho tiempo mirando despegar del borde del barranco a los parapentes cargados de un tripulante experto y un arriesgado primerizo, imaginando cómo se vería todo desde arriba y sintiendo que se me aguaba el intestino. El ojo volador de este matacho trata de sanar la vergüenza de semejante susto.
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