El cuarto de la galaxia

El cuarto adornado con una galaxia en el techo sobrevuela la ciudad y extraña a sus amantes.

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La flor de la dulce metedura

La flor de la dulce metedura atrae bichitos libadores. Estampa del jardín carnívoro.

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 La bandola

Muy contentos se deslizan por el caminito el perricornio volador, el árbol sonriente y la luna asalta cuerdas de ropa. Disfrutan el camino y la compañía. Se sobrentienden los grillos, las ranas y una brisa fresca sin ser fría. La mera felicidad. 

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 Fara y pájaros en árbol

Dada la presencia del fara, los pájaros están pensando en otro sitio para hacer el nido. 

El matacho surgió mientras corregía los textos de El Fara 11, el periódico virtual que hacemos en San Francisco, ahora aliados con gentes de El Rosal y Subachoque, en el que publicamos un nota sobre este marsupial que según el naturalista Mateo Hernández tiene orejas negras hacia las zonas templadas y orejas blancas o rosadas hacia las zonas altas. El árbol fue cobrando forma durante la exploración del roturador B de punta de pincel; luego aparecieron en su orden: la guarida de El Fara, los pájaros en busca de lugar para el nido, las parásitas y las hojas con ojos. En fin... El encanto del sepia. 

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Frutos y oruga

Seguro fue una reminiscencia de la huerta de Mirapalcielo (nunca un modelo de huerta), de los tomates pequeños que ha producido y que nos comemos al desayuno con los huevos, de las orugas que comparten con nosotros el gusto por los tomates. Me gusta la sombra sobre el dibujo de las maticas que crecen en el techo encima del balcón. Otro dibujo con los roturadores de tinta china pigmentada de sepia en la moleskine roja. El encanto del sepia. 

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Monstera deliciosa

 Empezó como ejercicio de la memoria. Las mañanas que me animo a trotar, después del circuito de 15 vueltas acompañado por las perritas, turnadas en tandas de 5 vueltas durante las que les canto sus respectivas canciones, vienen los ejercicios para agradecer al sol, a la tierra, a los cuerpos celestes. De estos diálogos cósmicos la gran mediadora es la monstera delciosa que cubre uno de los linderos de Mirapalcielo. Entonces supuse que me sabía de memoria; sin embargo, a mitad de camino, para resolver algunos detalles, debí recurrir a las muchas fotos que le he tomado. Otro dibujo con los roturadores de tinta china pigmentada de sepia en la moleskine roja. El encanto del sepia. 

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 Vuelo rasante

De la libreta de apuntes pasó a la moleskine roja donde dibujo con roturadores de tinta china pigmentada de sepia. Impuso su forma de flecha, su pico afilado, sus ojos de espiral, su cota de malla, la cenefa oscura de las alas, las plumas puntiagudas de la cola. Las plantas se balancearon reverentes a su paso. Dibujo con los roturadores de tinta china pigmentada de sepia en la moleskine roja. El encanto del sepia. 

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Este barco pasó por mi libreta zarandeado por altas olas y en compañía de la luna, dos medusas y muchos bichitos alargados. Ni idea de dónde vino este matacho porque soy gente de la montaña, los barquitos de papel que he hecho los he puesto a navegar en los arroyos que se forman junto a los andenes cuando llueve y la única vez que caretié en el mar no vi medusas. Claro que la National Geographic ha hecho lo suyo. En fin, en la cabeza todo se mezcla.   

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Contemplación del cielo despejado 

Dibujé el poste tratando de imitar el mundo exterior, mirando uno que estaba clavado frente al edificio donde funciona el consultorio de la odontóloga que atiende a Simón, mi hijo tercero. En la casa de enfrente sobresalían a través de las rejas del antejardín las ramas flacas de un sauce que se elevaban hasta la altura del segundo piso. La fachada de la casa era invisible pues la tapaba el edificio que la flanqueaba por la izquierda. Del lado contrario la flanqueaba otro edificio similar. Una casa de dos plantas sobreviviente en medio del crecimiento vertical del sector. En la doble página de la libreta quedó de un lado el poste y del otro los chamizos del sauce. Traté de rayar los edificios en perspectiva, pero la tarea me resultó difícil y tediosa. Entonces Simón salió de la cita acompañado por su madre, ambos luciendo los tapabocas propios de esta temporada, y nos fuimos a comer arepas frente a la Santoto. Después retomé el dibujo y surgió entonces la casa no vista con su mascarilla de enredadera y los postigos abiertos de una de sus cuatro ventanas. El sauce desapareció. Después crecieron los edificios y el andén se asomó al vacío por lo que necesitó baranda. Entonces salió ella a orearse y contemplar el cielo despejado, sin dejarse ver del todo.Un dibujo con una suave felicidad.

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El correveidiles hace su tarea y mantiene enlazados a este par que saborea las flores amorosas que intercambian a distancia. Amores en tiempos de pandemia.

Aquí el rompecabezas de la imagen de arriba: https://www.jigsawplanet.com/?rc=play&pid=204f09e5375a

Aquí el rompexabezas de la imagende de abajo: https://www.jigsawplanet.com/?rc=play&pid=2087712c790c

Secuencia de matachos hecha a partir de apuntes tomados mientras Lorenzo Camacho leía en voz alta, y la Triplemamita y yo escuchábamos, la novela negra onírica de Mario Levrero titulada "La Banda del Ciempiés". Afuera transcurría sobre la platanera de Mirapalcielo otra tarde de confinamiento. Luego fui pasando los apuntes a la pequeña moleskine morada y los fui coloreando mientras corregía relatos de experiencias de restitución de tierras y cartillas con actividades pedagógicas para niñas y niños escolares confinados en sus casas. Lorenzo también me ayudó a precisar a qué momentos de la novela corresponde cada matacho. Gracias mil.  

Mientras la Banda del Ciempiés hace su aparición en distintos lugares de la ciudad, dejando a su paso destrucción y aires de fanfarria... 

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... En una casa que hace parte de un complejo dedicado a actividades varias, algunas del todo ilícitas, entre ellas un salón donde una voluptuosa dama, Betty Bear, hace un espectáculo de desnudismo con la ayuda de uno de sus osos...

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... Está secuestrada una niña vendedora de violetas que dijo estar dispuesta a contratar por un dólar a la agencia del superdetective Carmody Trailler, la más reconocida del país, para desenmascarar a la Banda del Ciempiés. Un hombre que luego se sabrá que es un embajador, amenaza a la niña con un futuro exuberante de abusos sexuales a cargo de los hombres más notables de aquella sociedad. La niña será salvada, pero no por los detectives, sino por Betty Bear y sus osos.

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 Dos detectives de la agencia, Angus Macoy y Jhon Adams, hablan decepcionados después de allanar la casa sin encontrar nada. Angus había permanecido vigilante todo el día, pero los refuerzos llegaron tarde. A pesar del contrato, han recibido la orden de no investigar más sobre la banda y tampoco el secuestro de la vendedora de violetas.   

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La investigación sobre la Banda del Ciempiés sumirá a Angus Macoy en la decepción. Después de hablar con Betty Bear, entenderá que la maldad lo ha permeado todo y viene desde muy arriba corrompiéndolo todo. Ni siquiera el golpe de avellana que le propina la ardilla en la cabeza le abre el entendimiento para saber qué hacer. 

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Esta crespa colorida le obsequia los bombones que crecen en las puntas de sus cachumbos a los peces voraces que alucinan cuando los ingieren y sienten que la vida vale la pena.   

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Este ser se alimenta de marañas textuales que luego excreta en frases con sujeto, verbo y predicado, bonitamente ensambladas con precisos signos de puntuación, que forman párrafos que dicen cosas con claridad meridiana y se arrejuntan y separan con cierta coherencia. ¡Protejamos su hábitat! ¡Sigamos escribiendo horrible! 

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Perricornio y Liz-boa conversan animadamente antes del abrazo que nunca dejan de darse y que suele causar algunos estropicios en la manigua que los acoge y arrulla. 

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Entretanto, con la mente en el encuentro con Liz-boa, llegando desde la cordillera al litoral, el perricornio sobrevuela la casa encaramada en el peñasco y enfila hacia el lugar seguro. 

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Llegados el día y la hora del encuentro, Liz-boa inicia la marcha hacia el lugar seguro que comparte con el perricornio volador. Lleva en mente una lista de chequeo con todos los asuntos a conversar y en las sinuosidades del cuerpo el molde del enorme abrazo que le va a brindar.

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 La plácida bañista es observada por por Liz-Boa, que en el acto se apropia de sus curvas y sus maneras de hembra total. El estanque termal queda cerca al peñasco con la casa encaramada, a las cabañas con animales de hojalata y al refugio seguro del perricornio volador. Todas las cosas se van dando. 

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Los pajarracos que sobrevuelan el peñasco ensayan arriesgadas maniobras que divierten a las flores golosas.

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La casa encaramada en el peñasco, adelante de las cabañas adornadas con animales de hojalata, que queda en diagonal al lugar seguro del perricornio volador.

   

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En las cabañas de los animales de hojalata los huéspedes se guardan y atisban por la ventana para ver llegar al perricornio volador, cuyo lugar seguro queda 750 metros adelante, entre la selva, diagonal a un peñasco con una casa encaramada.

Dibujado en la pequeña moleskine morada a la que he vuelto luego de dos años con el propósito de llenar cada una de sus páginas con matachos. La mancha oscura de las páginas trajinadas cubre a la fecha 3/4 partes de sus cuadernillos. 

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 Dos matachos del confinamiento dibujados en mi vieja Moleskine morada de hojas muy delicadas.

Un retazo de jardín con abejas que saltó a la libreta de tapas negras sin más ni más. 

Efectos colaterales de tanto fotografiar maticas en Mirapalcielo.  

La noche que la luna creciente envistió la cuerda de la ropa y se llevó un yin.

Mi amiga Berenice vió el dibujo y me contó que a ella le hacía ilusión pensar que el yin era del joven Brad Pitt interpretando a J.D. en Thelma & Louse, la fantabulosa y antimachista película dirigida por Ridley Scott a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado. Bonito saber las asociaciones que generan en las mentes de las gentes mis matachos. 

Bailarina en la aguja de la cúpula del templo.

Es el segundo dibujo en la libreta de tapas negras. Ella está donde quiere estar.  

El perro en la columna queriendo lamber la luna.

Este matacho abre una libreta de tapas negras y hojas de tono amarillo que ha resultado hábil atrapando matachos más bien espontáneos. Es un motivo recurrente.